"Contra un fondo de odio racial y pobreza, la voz de Margaret Thatcher alaba la prosperidad. Sammy y Rosie viven en una calle de clase media al borde de la zona de guerra y, aunque el amor interracial y el sexo extraconyugal puede ser una rebeldía social, en último término es inarticulado e insatisfactorio. Kureishi decía que esta película era su 'declaración de guerra al sistema británico'. Aunque intenta ser un retrato original de los asuntos raciales, de género, de clase y políticos del Londres de la era Thatcher, su gran fallo es que su

'declaración' era muy autoconsciente, muy transparente e insuficientemente contextualizada" (Shalini Chanda).